Científicos españoles descubren una de las claves de la reprogramación celular

En 2006, el japonés Shinya Yamanaka descubrió que era posible dar marcha atrás en el reloj de las células y conseguir que retrocedieran a un estado similar al embrionario. La reprogramación celular ha supuesto, desde entonces, toda una revolución para la ciencia, aunque sigue siendo mucho lo que se desconoce sobre el proceso.

Un equipo del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO) ha contribuido esta semana a despejar un poco más esas incógnitas al describir uno de los mecanismos clave que explican la reprogramación. Según sus datos, publicados en la revistaScience, cuando la reprogramación ocurre en un tejido, el daño tisular es un factor relevante para revertir el estado de las células.

La técnica de Yamanaka se basa en la introducción de un cóctel de cuatro genes denominada OSKM. La combinación de estos factores hace posible que una célula adulta, como por ejemplo una neurona, vuelva a convertirse en una célula parecida a la embrionaria (o pluripotente) y, por tanto, con capacidad para convertirse en cualquier otra célula específica del organismo.

Hasta 2013, todos los intentos de reprogramación se habían hecho en el laboratorio, en placas de cultivo. Pero entonces el Grupo de Supresión Tumoral del CNIO, liderado por Manuel Serrano, logró reprogramar células en el interior de un organismo vivoun ratón transgénico-, abriendo la puerta, entre otras cosas, a un mejor conocimiento del proceso.

La continuación de su investigación les ha permitido, de hecho, descubrir que el daño tisular cumple un papel muy importante en la reprogramación.

«Cuando activamos los factores de Yamanaka, algunas de las células diferenciadas sufren un daño», explica Lluc Mosteiro, investigadora del CNIO y principal firmante del trabajo que publica Science. Y ese daño, continúa, «favorece el proceso de reprogramación de las células vecinas» que se ha iniciado con la introducción del cóctel de genes.

El descubrimiento supone todo un cambio ya que hasta ahora se consideraba que el daño celular provocado por OSKM no cumplía ningún papel en el proceso de reprogramación o que incluso contribuía a reducir la eficacia de la técnica.

En concreto, los investigadores del CNIO han observado que las células ‘lesionadas’ secretan unas señales que son capaces de favorecer la reprogramación en las celulas vecinas del mismo tejido. Estas señales, entre las que destaca una molécula, la interleukina-6, son mediadores clave para conseguir la reprogramación, subrayan los investigadores.

Para comprobar la relación entre el daño celular y la reprogramación, los científicos del CNIO manipularon el proceso y vieron que, generando un daño ‘extra’ a células pulmonares de ratones transgénicos, «la reprogramación se veía muy favorecida» en las células adyacentes.

Del mismo modo, también comprobaron que el envejecimiento, que se asocia con mayores niveles de senescencia celular -un tipo de alteración por el que las células dejan de dividirse aunque no mueren-, también potencia la reprogramación inicada por los factores OSKM.

Pero el hallazgo de los investigadores del CNIO va mucho más allá del proceso de reprogramación y podría ser también útil para comprender el proceso natural de regeneración, lo que tendría importantes implicaciones médicas. «Nuestra hipótesis es que cuando un tejido se daña de manera fisiológica, es posible que la respuesta del organismo para regenerar ese tejido pase por un proceso similar al de la reprogramación «, explica Mosteiro. Según esa teoría, las células adultas darían marcha atrás en su estado para aumentar su potencial regenerativo y poder afrontar la ‘curación’ del tejido lesionado, señala la investigadora, quien subraya que precisamente este punto «es una de las líneas que se van a investigar ahora».

El grupo del CNIO también intentará probar distintas combinaciones farmacológicas para, una vez conocido el papel esencial de la interleukina-6, conseguir mejorar aún más el proceso de reprogramación e, incluso, intentar poner en marcha el proceso sin necesidad de usar los factores de Yamanaka.

«Los genes de Yamanaka son poco eficientes induciendo reprogramación», señala Mosteiro, por lo que encontrar nuevas estrategias para mejorar el proceso sería de gran ayuda para la investigación. Además, si se confirma que este proceso tiene lugar durante la reparación natural de tejidos, podría abrirse una importante vía para la medicina regenerativa, subraya.

Noticia obtenida de: http://www.elmundo.es/salud/2016/11/24/5836fd48e2704eb57c8b4622.html

Cuándo dar antibiótico a un bebé

Los antibióticos son un recurso muy bueno para tratar las diferentes infecciones bacterianas, nadie lo puede negar. Sin embargo, durante los primeros meses de vida del bebé, resulta más complicado detectar si el foco infeccioso es a causa de un virus o es provocado por bacterias. Por ello, los expertos recomiendan que, antes de comenzar con cualquier tratamiento, hay que asegurarse de que realmente es necesario utilizarlos. La cuestión es muy importante y es necesario recordarlo este viernes, día en el que se celebra el Día Europeo del Uso Prudente de Antibióticos.

Según The Lancet, dos tercios de los bebés nacidos entre el año 2000-2010 recibieron en algún momento antibióticos durante su primer año de vida, lo que hace que aumente la resistencia a los antibióticos desde edades muy tempranas. Para la doctora María Esther Serrano Poveda, pediatra y coordinadora del Grupo de Educación para la Salud de la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria (AEPap), el riesgo de enfermedades aumenta cuanto menor es la edad del niño. “Se han realizado estudios sobre la probable relación del uso de antibióticos en los primeros seis meses de vida de un bebé y la aparición de problemas de salud en los años siguientes”, explica.

¿Cómo se detecta una infección bacteriana en bebés de pocos meses?

La Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria (AEPap) pidió hace dos años al Ministerio de Sanidad que se dotara a las consultas de pediatría de los centros de salud de un test para detectar cuando recetar antibióticos a los bebés en las diferentes infecciones bacterianas. Se trata de un test rápido para detectar el antígeno de estreptococo, es decir, para diferenciar una faringo-amigdalitis vírica de una que no lo es.

“Existen varios test de diagnóstico rápido (TDR) para distintos microrganismos, unos bacterianos y otros víricos, con distintos niveles de fiabilidad. La mayoría no están disponibles en Atención Primaria y se utilizan más a nivel hospitalario”, explica María Esther.

“Cada uno de ellos tiene su utilidad. Son test rápidos de hacer, poco molestos, que dan resultados rápidos en menos de 30 minutos y que se realizan en distintos tipos de muestras: moco, orina, exudado faríngeo, sangre capilar o heces», añade..

Infecciones que necesitan antibiótico

A pesar de que los antibióticos se deben usar con precaución, el hecho es que salvan vidas. Según la OMS, la mortalidad infantil se ha reducido notablemente en los últimos años gracias a su buen uso. Algunas infecciones necesitan tratarse con antibióticos porque son causadas por bacterias y la infección solo empeoraría si no se trata con ellos. Algunos ejemplos de infecciones graves que necesitan antibióticos para los bebés menores de un año de edad son: la meningitis, neumonía, infección del torrente sanguíneo y las infecciones urinarias.

No obstante, un reciente artículo publicado en The Lancet revela que está aumentando de forma considerable el uso de los antibióticos en los últimos años. El medio informa de que, incluso, muchas de las principales compañías farmacéuticas están centrando sus investigaciones en el desarrollo de medicamentos distintos de los antibióticos para evitar el problema de los efectos secundarios.

“Los antibióticos tienen, como todos los medicamentos, sus riesgos de toxicidad y efectos secundarios. Cada infección necesita ser tratada con el antibiótico adecuado y las dosis y duración correctas. Por eso, no hay que auto-medicarse sino utilizarlos siempre bajo la prescripción del pediatra y cumplir sus indicaciones”, comenta la doctora.

Los antibióticos matan las bacterias malas y también las buenas “La flora intestinal más débil de los bebés se daña con más facilidad y esto altera la absorción de calorías y disminuye los beneficios de la lactancia materna”, aclara.

Noticia obtenida de: http://elpais.com/elpais/2016/11/18/mamas_papas/1479456876_192217.html

España está a la cabeza en reproducción asistida con 156.865 ciclos en un año

España se encuentra a la cabeza de los tratamientos de reproducción asistida en Europa al alcanzar en 2014 un total de 156.865 ciclos, de los que 116.688 fueron de fecundación in vitro (FIV) y 40.177 de inseminación artificial. Son datos del informe del Registro Nacional de tratamientos de reproducción asistida en España, que se ha presentado este martes con las cifras de 278 centros que realizan este tipo de tratamientos, ha informado el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad en un comunicado. El número de nacimientos fruto de estas técnicas ascendió a 33.934, una cifra que mantiene la tendencia a la baja de los partos múltiples de los últimos años, situándose en un 20,4 %, señala Sanidad, que apunta que la Sociedad Española de Fertilidad es la encargada en los últimos años de gestionar el Registro de reproducción asistida.

En este sentido, el Ministerio sostiene que la transferencia de un único embrión es un objetivo de la comunidad científica con lo que en los últimos años las investigaciones en el campo de la fertilidad plantean métodos de selección embrionaria que mejoren la tasa de implantación y conseguir dejar atrás la transferencia de dos embriones. De hecho, los investigadores están centrados en lograr que la reproducción asistida sea lo más parecida a un ciclo de reproducción natural, por lo que en 2014 se han conseguido las cifras más bajas de partos múltiples de la historia de la reproducción en España. En total, en 2014 fueron transferidos un total de 85.626 embriones en 47.425 transferencias a partir de óvulos propios o de donantes, lo que significa una media de 1,8 embriones transferidos. Casi la mitad de los ciclos de FIV, el 47 %, se realizaron en pacientes de entre 35 y 39 años, tanto con óvulos propios como procedentes de donantes. El 68 % de las fecundaciones in vitro con donación de óvulos se hizo en pacientes mayores de 40 años, según el informe. Respecto a la inseminación internacional, una técnica que requiere una buena calidad ovocitaria para que se produzca el embarazo puesto que la fecundación tiene lugar de forma natural, el 95 % corresponde a ciclos de mujeres menores de 40 años y un 6,5 % (2.627) a mayores de esa edad.

Noticia obtenida de http://www.20minutos.es/noticia/2883263/0/espana-a-la-cabeza-reproduccion-asistida/

Monos con lesión medular vuelven a caminar con un chip inalámbrico que conecta cerebro y extremidades

Pulsando un botón podemos encender una lámpara, conectar internet, abrir la puerta del garaje, pagar una compra a través del móvil y un sinfín de actividades cotidianas. Activando un interruptor, unos científicos han logrado que unos primates con la pierna paralizada vuelvan a caminar y abren la puerta a la posibilidad de que en el futuro, con un simple clic, un parapléjico, e incluso un tetrapléjico, pueda volver a caminar. Lo más revolucionario es que el sistema implementado no trata de curar la lesión en sí, sino saltarla y obtener movimiento sin utilizar esoexqueletos ni ningún otro elemento externo.

El trabajo, publicado por Nature, consiguió que el 23 de junio de 2015 un macaco Rhesus recuperara el movimiento intencional de caminar en una pierna temporalmente paralizada mediante el uso de un interfaz cerebro-médula espinal que puentea la lesión en la médula espinal, es decir, la salta.

En otras palabras, unos electrodos del tamaño de una píldora se implantaron en el cerebro de dos monos. El chip cerebral recopiló las señales de la corteza motora y un neurosensor inalámbrico las envió a un estimulador espinal implantado en las vértebras lumbares, por debajo de la zona de la lesión.

«Es la primera vez que la neurotecnología restaura la locomoción en primates», asegura el neurocientífico Grégoire Courtine, de la Escuela Politécnica Federal de Lausanna (EPFL), en Suiza, y director del estudio. «Pero hay muchos retos por delante y puede llevar años que todos los componentes que intervienen se puedan probar en humanos». En el estudio han participado también la Universidad Brown (EEUU), la organización alemana de investigación Fraunhofer ICT-IMM, la Universidad de Burdeos, el Hospital Universitario de Lausanne y empresas como Medtronic y Motac Neuroscience.

El proceso por el que caminamos es posible gracias a una compleja interacción entre las neuronas del cerebro y la médula espinal. La información se procesa en el cerebro mediante la transmisión de impulsos eléctricos de una neurona a la siguiente. Esos impulsos le provocan al cerebro señales que pueden ser medidas e interpretadas. A su vez la región lumbar también contiene redes complejas de neuronas que activan los músculos de las piernas para andar.

En un sistema nervioso sin lesiones las señales provienen de una pequeña región, la corteza motora. De ahí viajan por la médula espinal, alcanzan la zona lumbar y activan las neuronas motoras que coordinan el movimiento de los músculos responsables de extender y flexionar las piernas. Cuando se produce una lesión -sea parcial o completa- de la médula espinal, se corta esa comunicación entre el cerebro y la médula espinal inferior. La corteza motora puede seguir produciendo actividad impulsora para caminar y las neuronas que activan los músculos en las piernas pueden generar movimientos en las extremidades, pero no pueden coordinar su actividad. Ése es el objetivo de este estudio, restablecer parte de esa comunicación.

Para calibrar la descodificación de las señales cerebrales, los investigadores implantaron el interfaz en macacos sanos. Las señales transmitidas por el sensor se mapearon a los movimientos de las piernas de los animales y vieron con una serie de algoritmos matemáticos que el descodificador podía predecir con precisión los estados del cerebro asociados a la flexión y extensión de los músculos de las piernas. La capacidad para emitir señales inalámbricas ha sido fundamental en este trabajo ya que los sistemas sensores con cables limitan la libertad de movimiento, lo que a su vez limita la información que los científicos pueden reunir sobre la locomoción en un comportamiento natural.

Se desarrollaron también mapas espinales en los que se identificaron hotspots(puntos de conexión) neuronales en la médula espinal responsables del control locomotor. Eso permitió a los científicos identificar los circuitos neuronales que debían ser estimulados por el implante en la columna vertebral. Con todo ello, probaron el sistema en los dos macacos una semana después de la lesión, cuando todavía no había control volitivo (por voluntad propia) sobre la pierna afectada. Con ese tipo de lesión se recupera el control funcional de la pierna en un mes aproximadamente. Con este sistema, nada más conectarlo, los animales empezaron a mover su pierna espontáneamente sobre la cinta de correr, con patrones locomotores casi normales. Uno de los animales recuperó la movilidad en una semana y el otro, en dos.

Para Eduardo Rocon, investigador del grupo de bioingeniería del CSIC (Consejo Superior de Investigaciones Científicas), «es espectacular porque desde el día 1 hay resultados. Es un trabajo impresionante. Hablé con Courtain hace un tiempo y estaba trabajando en esto. Es un paso importantísimo, llevará años ponerlo en marcha en humanos, pero podría hacer que en un futuro no tan lejano, quizá en 10 años, podamos pensar en implantar un chip en un parapléjico y que éste pueda caminar de nuevo«.

Rocon explica que la primera referencia del trabajo es la del profesor Lee Miller [Departamento de Fisiología de la Escuela de Medicina Feinberg en la Universidad de Northwestern] con los brazos robóticos, pero en este caso se ha ido más allá y se ha aplicado en la parte inferior. Y al preguntarle por el trabajo de Miguel Nicolelis con ocho parapléjicos, Rocon señala a EL MUNDO que en ese caso «se controla un exoesqueleto con el cerebro y se consigue mejorar también la conexión espinal, curar un poco esa lesión. Courtine no plantea curar esa conexión, sino ‘saltarla’ y conectar el cerebro con la parte inferior de la médula espinal. El hecho de saltarla podría generar también nuevas conexiones».

Limitaciones

Aunque el paso dado es muy importante, este trabajo cuenta también con algunas limitaciones. Así, el sistema transmite señales del cerebro a la médula de forma exitosa, pero no tiene la capacidad de devolver información sensorial al cerebro. «Cuando caminamos tenemos información que llega al cerebro de cómo es el suelo que se pisa, dónde tenemos las manos o los pies, etc. Lo que se denomina propiocepción. Podemos cerrar los ojos y seguir caminando sin problema, pero cuando tienes una lesión no tienes la propiocepción de que estás caminando. Si no se devuelve esa información de las neuronas motoras al cerebro no se puede caminar bien del todo», argumenta Eduardo Rocon, que añade que hay varios grupos trabajando ya en ese proceso inverso.

Tampoco se pudo comprobar la presión que los animales le aplicaron a la pierna afectada. La pierna soportaba peso, pero no quedó claro cuánto. Además, no hay información sobre el impacto a largo plazo de un implante colocado directamente en el cerebro.

Noticia obtenida de: http://www.elmundo.es/salud/2016/11/09/58236c3546163f06438b4599.html

La ciudad obesa que declaró la guerra a la obesidad

Cuando Velveth Monterroso llegó a Estados Unidos desde su hogar en Guatemala, pesaba exactamente 63,5 kilos. Pero después de una década en Oklahoma había engordado casi 32 kilos y, a sus 34 años, tenía problemas de diabetes. Esta simpática mujer, madre de dos niños, es la prueba viviente de que la cultura de la obesidad es la maldición del país más rico del mundo. “En Guatemala es raro ver gente con sobrepeso, pero aquí es todo lo contrario”, dice. “Lo percibí en cuanto llegué”.

Nada más llegar a Estados Unidos empezó a engordar: una media de tres kilos al año. En Guatemala comía mucha verdura porque la carne era cara. Pero en su trabajo de cocinera en un restaurante de Oklahoma City, de ocho de la mañana a once de la noche, solía saltarse el desayuno y la comida mientras pasaba el día picoteando trozos de pizza y de hamburguesa. De vuelta a casa en el coche solía recurrir a la comida rápida porque tenía hambre y estaba agotada tras deslomarse durante 15 horas sobre una parrilla al rojo. Si ella y su marido Diego –también cocinero- no paraban antes en algún sitio, solían zamparse lo que encontraran en casa, en lugar de preparar algo decente.

Su estilo de vida no se volvió más saludable tras dejar de trabajar hace ocho meses, cuando tuvo a su segundo hijo. Estaba cansada y su familia la animó a que tomara mucho atole –una bebida dulce a base de maíz, muy popular en Centroamérica- para recuperarse durante la lactancia de su nueva criatura, Susie. El nivel de azúcar en su cuerpo se disparó, y además de obesa se volvió pre-diabética.

La vida de Velveth cambió –y se salvó probablemente- cuando llevó a Susie a una revisión médica y entró en un programa para poner freno a la obesidad. Ahora toma comida rápida solo una vez por semana, se hace más verdura, ha reducido el número de tortillas en el almuerzo y sube y baja todos los días, durante veinte minutos, un tramo de escaleras. Aunque todavía tiene sobrepeso, en cuatro meses ha perdido 7 de esos kilos que ha cogido en Estados Unidos. “Todos mis amigos están impresionados”, me dice con una sonrisa. “Siento que ahora tengo mucha más energía. Puedo hacer la compra y la colada, y bañar a la niña, y no me canso ni la mitad que antes”.

Velveth se ha beneficiado de un empeño extraordinario en frenar la obesidad, pues Oklahoma City ha declarado la guerra a la gordura. Primero el alcalde —al darse cuenta de su propia obesidad mientras una revista identificaba a su ciudad natal como una de las de mayor sobrepeso en América— retó a sus ciudadanos a perder entre todos 450.000 kilos (un millón de libras). Pero ese objetivo era solo el comienzo: este veterano político republicano se enfrentó a la cultura del coche que define el país y pidió a la gente que apoyara una subida de impuestos para financiar una reforma de la capital del estado que tuviera más en cuenta a las personas.

Esto dio lugar a una increíble variedad de iniciativas, entre ellas la creación de parques, aceras, carriles bici y paseos panorámicos a través de la ciudad. En cada colegio se está haciendo un gimnasio. Con el acento puesto siempre en el ejercicio, los responsables de la ciudad invirtieron 100 millones de dólares en crear el mejor complejo de remo y kayak del mundo en una ciudad del Medio Oeste sin ninguna tradición en estos deportes. Se anima, en sus casas y en el trabajo, a la gente con sobrepeso a que cambie su estilo de vida, mientras se estudian las estadísticas para identificar los distritos con los peores datos de salud y así destinar allí recursos para cambiar los hábitos.

Es un experimento excepcional por su ambición, su envergadura y su coste, que lo sitúan más allá de cualquier tentativa en cualquier otra ciudad americana por combatir la gordura. La batalla se está haciendo con —y no contra— los fabricantes de comida rápida y refrescos, confiando en la persuasión en lugar de la coacción, a través de impuestos a los azúcares y la proscripción de la soda. La ciudad ha sido bautizada como el “laboratorio de la vida sana”. Pero lo que hace del experimento algo tan extraordinario es que se lleve a cabo precisamente en Oklahoma.

Y es que la ciudad es uno de los entornos urbanos más extensos del país, con un área de 1.000 kilómetros cuadrados, lo que implica que sus 600.000 residentes dependan por completo del coche. Hay tantas autopistas que bromean con que “te pueden poner una multa por velocidad en hora punta”. No es ya que la ciudad no tuviera un solo carril bici, es que era famosa por albergar la mayor concentración de sitios de comida rápida de América, con 40 McDonald’s entre otros muchos establecimientos. Está asentada en un estado al que se ve como un territorio de vaqueros lleno de okies —como se conoce a los que viven allí— ultraconservadores, retratados para la posteridad en Las uvas de la ira, la novela de los años 30 de John Steinbeck sobre los granjeros pobres que tuvieron que emigrar a causa de las sequías y la pobreza. La economía volvió a desplomarse en los años 80, en plena crisis energética, con cierres de bancos y otra generación de desplazados. Luego vino el espantoso atentado de 1995 que mató a 168 personas.

El hombre que está detrás de esta transformación es Mick Cornett, un ex locutor deportivo de televisión que fue elegido alcalde en 2004. Tres años después, hojeando una revista de fitness, se enteró de que su ciudad tenía el discutible honor de ser la de peores hábitos alimenticios en Estados Unidos y ocupaba uno de los primeros puestos en una lista de las poblaciones más obesas del país. Al mismo tiempo, tras consultar sus propios datos en una web del Gobierno, tuvo que aceptar a regañadientes que sus 100 kilos de peso le convertían en un obeso.

“Esa lista me afectó como alcalde, y cuando me subí a la báscula me afectó personalmente. Siempre he hecho ejercicio y recuerdo haber pensado que no tomaba nada entre comidas, aunque consumía 3.000 calorías al día. En tu condición de alcalde, la gente siempre quiere reunirse contigo, así que era normal tener un desayuno de trabajo, luego una comida con alguien y alguna recepción para la cena. Y en medio puede haber diversas actividades con aperitivos y dulces”.

Cornett reaccionó y empezó a controlar lo que comía y a perder peso. Hoy pesa 18 kilos menos. Pero también se puso a darle vueltas al asunto, preguntándose por qué EE UU vivía ajeno a un problema de esas dimensiones. Por fin se dijo que la explicación estaba en que nadie tenía una solución real para esta crisis. Al mismo tiempo, el alcalde empezó a mirar con otros ojos la cultura y las infraestructuras de su ciudad, y vio hasta qué punto la dependencia del coche había alejado a las personas del disfrute del entorno urbano.

El primer paso fue lanzar un reto a los ciudadanos: que se pusieran, como él, a dieta. Haciendo gala de su talento para la publicidad tras 20 años en televisión, anunció que quería hacer perder a Oklahoma City 450.000 kilos. Lo hizo delante de las instalaciones de los elefantes en el zoo local, en Nochebuena, consciente de la atención que los medios dedicaban a la dieta en los días posteriores a los excesos de las fiestas. Convenció a un magnate de la salud para que financiara una página web informativa llamada This City Is Going On A Diet (Esta ciudad se pone a dieta) y se sintió aliviado al ver, en los días sucesivos, que los periódicos locales apoyaban su campaña y los medios nacionales la elogiaban en vez de reírse de los gordos okies.

Las iglesias organizaban clubes de running, las escuelas analizaban los menús, las empresas celebraban competiciones para perder peso, los chefs en los restaurantes competían por ofrecer platos saludables. Y, lo más importante para el alcalde, la gente de la ciudad hablaba de un problema que se les había empezado a ir de las manos. Aproximadamente uno de cada tres adultos en Oklahoma es obeso, mientras que el estado se encuentra entre los que consumen menos fruta y tienen una esperanza de vida más baja de todo el país. La tasa de diabéticos casi se ha doblado en diez años. Y quizá lo más alarmante sea que más de la quinta parte de los niños entre 10 y 17 años sufre de obesidad y casi un tercio de los niños en edad preescolar tiene sobrepeso.

La doctora Ashley Weedn, directora médica de una clínica especializada en obesidad infantil abierta hace tres años en Oklahoma City, me dijo que veían casos ‘increíbles’ de niños de cuatro años con el colesterol alto. Algunos chavales, solo en refrescos, consumían una cantidad diaria de azúcar cinco veces mayor de la aconsejable. “Incluso nos encontramos con niños de 6 años con los mismos problemas en las articulaciones que suelen padecer las personas mayores por la tensión que soportan sus piernas. Podrían tener que operarse, pues la presión en los huesos produce un crecimiento anormal que a menudo deforma las piernas”.

A pesar de algunas críticas de los médicos, Cornett decidió desde un principio trabajar con la industria alimenticia. Así que el sector de los refrescos patrocina los programas de salud para combatir la obesidad, y el alcalde se fotografió con el dueño de Taco Bell en uno de los locales de la cadena para hacer publicidad del menú bajo en calorías. De hecho, tiene en su despacho uno de los diseños promocionales y me lo mostró orgulloso al recibirme. “Incluso cuando estaba perdiendo peso solía ir a algún restaurante de comida rápida, aunque solo me tomara un burrito de alubias sin crema agria”, me dijo. “No podía impedir que le gente acudiera a esos sitios, pero sí podía intentar que fuera más razonable con lo que pedía. No puedes cambiar de arriba abajo lo hábitos de la gente”.

En enero de 2012, la ciudad logró perder los 450.000 kilos propuestos por el alcalde: las 47.000 personas que se habían apuntado al reto perdieron una media de 9 kilos cada una. Un logro admirable en una campaña que demostraba su inteligencia para movilizar a la gente. Pero a pesar de toda la publicidad, la ambición de Cornett iba mucho más allá de esa hazaña: ahora quería rehacer su metrópolis, remodelarla para la gente y no para los coches. O, como él dice, “devolver la comunidad a la comunidad”. Y aunque ahora se le vea como un visionario urbano, no tiene problema en admitir que al principio no había ningún ‘gran plan’.

Oklahoma City no ha dejado de expandirse desde que se fundó por medio de un “acaparamiento de tierras” en 1889, cuando miles de colonos salieron a la carrera para marcar su territorio. Como la mayoría de las ciudades de Estados Unidos, está atravesada por el estruendo de autopistas de varios carriles y diseñada para los coches. Apenas se tuvo en cuenta ni a los peatones ni a los ciclistas, y había pocas aceras y ningún carril bici. Cuando Cornett inició el primero de sus cuatro mandatos –todo un récord- como alcalde en 2004, la ciudad estaba todavía reponiéndose del colapso financiero de los años 80. Tuvo la suerte de heredar el legado de un predecesor que ya había comprendido la necesidad de crear un entorno más agradable para vivir, un lugar que atrajera a las familias y a los trabajadores, para lo cual  había construido un nuevo canal y recintos deportivos.

Lo que le animó a actuar fue, en cierto modo, otra de esas listas que tanto gustan a las revistas, donde su ciudad natal resultaba ser la peor de todo el país para caminar. Cornett se puso en contacto con un experto en planificación llamado Jeff Speck, que llevó a cabo un estudio de la ciudad donde se concluía que tenía el doble de las carreteras necesarias. La consecuencia fue el desmantelamiento de su sistema de carriles de sentido único, que fomentaba la conducción rápida, y la puesta en marcha de un proyecto para instalar cientos de kilómetros de aceras, parques, árboles, carriles bici, complejos deportivos y aparcamientos en la vía pública con el fin de crear una ‘barrera de acero’ entre el ruido de las autopistas y los transeúntes.

La escala impresiona. El corazón de la ciudad se está hoy reconstruyendo, mientras lo siguiente va a ser la creación de un parque central de 30 hectáreas, pues, como demuestran varios estudios, la gente hace más ejercicio si cerca hay zonas verdes. “La mala salud americana es un problema de diseño urbano”, sostiene Speck, autor de un libro llamado Walkable City (Ciudad “caminable”). “El descuido en ese aspecto ha sido como un gran agujero negro. Los datos demuestran que la salud física y la obesidad dependen mucho más del ejercicio que de la dieta. Pero lo que hace de Oklahoma un caso excepcional es su disposición a invertir de un modo desinteresado, y por eso está en boca de todos”.

Cornett calcula que unos 3.000 millones de dólares proceden de fondos públicos, y que el sector privado lleva las riendas del renacimiento de la ciudad con una inversión cinco veces mayor. Había, por ejemplo, un solo hotel, y casi en las últimas, en el centro al comienzo del nuevo siglo: hoy hay quince, y no es fácil encontrar habitación sin reserva. Lo más increíble es que los habitantes votaron el pago de esta remodelación a través de una subida de un 1% del IVA, lo que supone un ingreso de 100 millones de dólares anuales. Otros fondos se deben a un acuerdo con las tabacaleras y al aumento de los ingresos procedentes de los impuestos sobre el patrimonio, ya que mucha gente y muchas empresas han vuelto a la ciudad. Oklahoma City tiene ahora mismo una de las tasas de desempleo más bajas del país, lo que desmiente todos los tópicos rancios de Las uvas de la ira.

La mayor sorpresa de este cambio de imagen se encuentra a solo unos minutos de Bricktown, el distrito de ocio de la ciudad, donde se ha construido, en el corazón del Medio Oeste, una de las mejores instalaciones de remo del mundo. Esta es una ciudad de la que incluso el jefe de gabinete del alcalde dice que era un sitio “horrible” en su infancia. Pero lo que en su día fue un cauce seco entre zanjas ruinosas que era mejor evitar por la noche, hoy es un brazo de agua de 5 kilómetros, bordeado de un paisaje  frondoso, embarcaderos de aspecto futurista, carriles bici y reflectores.

Según Shaun Caven, un escocés de 47 años que capitaneó el equipo de Gran Bretaña ganador de la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de 2008 antes de afincarse en Oklahoma City, donde dirige el embarcadero, estas serán las mejores instalaciones del mundo cuando se termine su circuito de aguas rápidas, cuyo coste es de 45 millones de dólares. Hay incluso un espacio para entrenar en altitud en uno de esos embarcaderos de nueva tecnología. “La gente creía que estaba loco cuando me trasladé aquí. Me decían que no había agua, porque la sensación es la de un paisaje árido”, dice Caven. “Pero me gustó el que no hubiera tradición, y tambén la oportunidad de empezar algo de cero”.

El río no es en absoluto patrimonio de los ricos: gente con sus canoas y grupos escolares con sus barcos dragón comparten el agua con los equipos olímpicos americanos que entrenan bajo el sol abrasador. Se está haciendo un gran esfuerzo para atraer a personas de todos los estratos sociales: 50 empresas se han unido a una liga de remo corporativa, mientras que ocho institutos locales tienen sus propias embarcaciones. Entre los que allí conocí estaba Bob Checorski, un hombre de 76 años que sudaba a mares tras haber remado nada menos que 11.000 metros, y que me dijo que había empezado seis años antes tras perder su abono gratuito para el gimnasio del trabajo. “Lo hago más para relajarme que por competir, aunque gané una medalla de plata en una carrera por parejas al poco de apuntarme, con un tipo que se había sometido a una operación a corazón abierto”, me dijo. “Ahora simplemente vengo y me divierto”.

Pero las instalaciones deportivas de lujo, los bonitos parques y las agradables aceras tienen un alcance limitado en la lucha con la obesidad rampante. Mucha gente necesita estímulos, ayuda e incluso un empujón para cambiar un estilo de vida que puede ser fatal. Y Oklahoma tiene algunas de las tasas de mortalidad más altas de Estados Unidos. Así que hace seis años la ciudad empezó a analizar todos los datos disponibles para encontrar sus códigos postales menos saludables, y descubrió que en algunas zonas desfavorecidas el riesgo de morir de un derrame o de una enfermedad cardiovascular es cinco veces mayor que en las zonas más acomodadas. De modo que se reorientó la inversión hacia las zonas más necesitadas.

“La obesidad está detrás de casi todas las enfermedades crónicas que padecemos en Oklahoma”, dice Alicia Meadows, directora de planificación y desarrollo en el Departamento de Salud de Oklahoma City-County. “Creemos que destinando los recursos necesarios a las áreas con mayores desigualdades en el reparto de la riqueza es como se puede ayudar más”. Tienen un equipo de ocho miembros que acuden a mercados y eventos deportivos, y que incluso van casa por casa en aquellas zonas donde los datos señalan que la gente está más necesitada de ayuda. “Dejamos claro que no queremos ver sus papeles. Ya sabemos que muchos no tienen documentación. Pero su salud influye en la salud de la ciudad”.

Estos funcionarios proceden de las mismas comunidades que quieren cambiar. Uno de ellos, una madre de dos niños con un pasado de pobreza en México, me dijo que antes no sabía nada de nutrición. Ahora ha perdido 30 kilos y se ha apuntado a kickboxing. Estuve observando a Dontae Sewell, otro converso, dirigir una clase de ‘Bienestar Total’ en una biblioteca, riéndose de la época en la que zampaba hamburguesas en las barbacoas al tiempo que iba explicando el concepto de comida saludable. “Si tus amigos te quieren, van a seguir visitándote aunque les pongas solo verdura”, me dijo.

Era una clase alegre, con muchas bromas y aquí y allí algún sermón y algún consejo sobre cuándo, qué y dónde comer. Los alumnos, veintidós mujeres y un hombre, tenían casi todos sobrepeso, y alguno estaba claramente obeso. Entre todos habían perdido 90 kilos en cinco semanas. “Queremos conocer a nuestros nietos”, me dijo más tarde una madre de mediana edad. Sewell, con una gruesa cruz de plata al cuello, preguntó a sus alumnos cuántos de ellos comían en sus mesas. Solo cuatro levantaron la mano. Luego preguntó cuántos sitios de comida rápida se encontraban en el camino del trabajo a casa. “Unos veinte”, le contestó una mujer. “Demasiados”, dijo otra, riéndose. “No seáis muy duros con vosotros”, les dijo Sewell. “Se trata solo de pequeños cambios y de crear nuevos hábitos”. Después me confesó que a la larga solo un tercio de ellos se mantenían fieles a su nuevo estilo de vida.

La ciudad ha edificado también ‘Campus de Bienestar’ en su zonas más deprimidas, el primero en una zona de mayoría afroamericana de bajos ingresos, al noreste de la metrópolis. El flamante edificio –equipado con clínicas, salas de reuniones y cocinas para hacer demostraciones- se asienta en una zona verde salpicada de carriles bici y senderos. Los pacientes de esta asociación a la vez privada y pública consultan a expertos de todo tipo sobre cuestiones que van desde la nutrición hasta la violencia doméstica, y se llevan a casa prescripciones para comida y muy pronto también para zapatillas de correr y camisetas. El equipo de fútbol local está construyendo su campo de entrenamiento junto al campus para animar a la gente a practicar deporte.

No hay duda de que Oklahoma City y su alcalde merecen un reconocimiento por su lucha contra la obesidad, una inspiración para un país tan dependiente de los automóviles,  en el que dos tercios de la población adulta tiene problemas de sobrepeso. En el peor de los casos han hecho de la ciudad un sitio más agradable para vivir, algo muy importante teniendo en cuenta la lucha de unas urbes con otras por atraer jóvenes profesionales y crear oportunidades de trabajo. Pero la cuestión es si esfuerzos tan audaces y de tanto alcance como este pueden tener un impacto real en un problema de salud formidable, que mata, innecesariamente, a tanta gente en el mundo. Ahí está el artículo publicado en Lancet que analizaba tres décadas de obesidad mundial y cuya conclusión era que ninguno de los 188 países estudiados había logrado revertir una situación que empeora con cada día que pasa.

Hay algunas buenas señales, aunque Cornett no se hace ilusiones. “Lo único que digo es que creo que vamos en la dirección correcta”. Es escéptico sobre los datos de obesidad, pero los indicadores de salud parecen darle la razón. En las zonas con ingresos más bajos y los índices de diabetes y de problemas de presión sanguínea más altos y más funestos, han logrado reducir algunos indicadores clave entre un 2 y un 10% en los últimos cinco años. Aunque los hombres de Oklahoma viven casi seis años menos que la media nacional, la ciudad ha experimentado un descenso del 3% en la tasa de mortalidad. Y, sin embargo, a pesar de que el ritmo es ahora más bajo –de un 6% a un 1% anual-, la obesidad, tristemente, sigue creciendo.

No es extraño que muchos expertos comparen esta batalla con el movimiento antitabaco, que necesitó de muchas años de activismo, educación y regulaciones para cambiar un comportamiento arraigado en la sociedad. Lo tuve muy claro la noche antes de dejar Oklahoma City, mientras comía en un restaurante recomendado por la oficina de Cornett. Después de un magnífico plato de pasta, me ofrecieron el postre y elegí “helado de nuez tostada bañado en crema de chocolate”. El camarero me dijo que era una buena elección y me preguntó si lo quería en tamaño “béisbol, softball o voleibol”. Pedí el más pequeño: estaba delicioso y llenaba mucho. ¿Un restaurante elegante ofreciendo una bola de helado de “tamaño voleibol”? Como bien dice Cornett, no es nada fácil cambiar las costumbres en la lucha contra la obesidad.

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